Amado y odiado, el polémico cigarrillo electrónico hizo su desembarco triunfal en la temporada de verano y, frente a la alarma de los especialistas, su uso se impone entre los jóvenes. Es que, bajo nuevos formatos, el tabaquismo lucha por mantener su reinado en un mundo que se le vuelve cada vez más hostil.
En el mundo, ya son conocidos los efectos devastadores del cigarrillo sobre la salud. También es sabido que existen distintas alternativas terapéuticas que buscan lograr la cesación tabáquica. Sin embargo, al mismo tiempo proliferaron nuevos productos y hábitos que se presentan como supuestas opciones «menos nocivas», y de las cuales la mayoría de los usuarios ignora sus potenciales riesgos. Tal es el caso de este dispositivo electrónico cuya utilidad no solo divide a la comunidad científica sino también a los estados, por sus marcos regulatorios.
Pero, ¿cuándo y cómo comenzó esta polémica «moda»? Entre 2003 y 2004 un farmacéutico chino desarrolló el primer cigarrillo electrónico tal como se lo conoce actualmente. Lo patentó, lo fabricó y comenzó a vender a los Estados Unidos y algunos países de Europa.
El cigarrillo electrónico (también conocido como vaporizador, vapeador o su nombre en inglés e-cigarette) consta de una batería y un atomizador. Este último es el recipiente de cristal o plástico transparente en donde se almacena el líquido que luego se transformará en vapor a su paso por una resistencia, y que inhalará el consumidor desde la boquilla del aparato. El líquido contiene sustancias aromatizantes, agua, alcohol, propilenglicol, glicerina vegetal y diferentes concentraciones de nicotina.
La Administración Federal de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) observó de manera alarmante de un tiempo a esta parte que el uso de los cigarrillos electrónicos en adolescentes alcanzó «una proporción epidémica» y le otorgó en 2018 a Juul Labs, MarkTen XL, Blu y Logic -los fabricantes de los dispositivos- un plazo de tiempo para que demuestren que podían mantener el cigarrillo electrónico alejado de los menores, bajo amenaza de que, en caso contrario, serían obligados a sacar los productos del mercado.
Esas cinco marcas representan más del 97% del mercado de cigarrillos electrónicos de los EEUU, según datos de la FDA.
La agencia gubernamental está «reconsiderando un enfoque general del tema» después de una revisión de los datos preliminares sobre el uso de vaporizadores entre los jóvenes. Y analiza imponer «restricciones severas a la venta de la mayor parte de los productos de e-cigarettes en los Estados Unidos, acciones que probablemente tendrán un impacto significativo en una industria que creció exponencialmente en los años recientes con escaso control estatal», según anunció The Washington Post.
Las acciones de la FDA parten de las conclusiones preliminares de la investigación que mostraron un aumento del consumo de e-cigarettes del 77% entre estudiantes de 11 a 13 años y de casi el 50% entre los de 14 a 18. «Esto significa que 3,5 millones de niños vapeaban a comienzos de 2018, un millón más que en 2017″, comparó el Post.
En la Argentina, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) prohibió en 2011 la importación, distribución, comercialización y la publicidad o cualquier modalidad de promoción del cigarrillo electrónico en el país, por considerar «que no existe evidencia suficiente para concluir que sean una ayuda eficaz para dejar de fumar»y tampoco hay «pruebas suficientes que determinen que son seguros para el consumo humano».
Esta disposición, que fue ratificada en 2016, surgió de la evidencia científica que muestra que estos productos poseen cantidades variables de nicotina, droga sumamente tóxica y con fuertes propiedades adictivas. Por otra parte, no existe evidencia científica que indique que estos productos sirven para dejar de fumar (se piensa que hasta podrían retrasar el proceso), ni se demostró la inocuidad de los mismos.
Según consigna la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Argentina, Brasil, México, Panamá, Surinam y Uruguay prohíben la comercialización de los llamados sistemas electrónicos de administración de nicotina (SEAN); mientras Canadá y Chile los reglamentaron como «productos terapéuticos» y Costa Rica, Ecuador, Honduras y Jamaica los incluyen como productos de tabaco.
Asimismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su Conferencia de las Partes en el Convenio marco para el control del Tabaco de noviembre de 2016, hizo hincapié en los«potenciales riesgos tóxicos y hasta cancerígenos» de algunas sustancias detectadas en el vapor de este tipo de dispositivos. También advirtió sobre la posibilidad de que las mismas tabacaleras estén detrás de la venta de cigarrillos electrónicos y productos asociados.
FUENTE: Infobae
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